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-¿Me creerías si te dijera que yo no soy yo? - te pregunto ensimismada-



-A vos te creería que el cielo se cae a pedazos si me lo decís.


-No es que yo este fingiendo, ni mucho menos estoy perdida dentro de mí, es sólo que una mañana me desperté y me sentí menos yo, más fragmentada de lo habitual. Obviamente intente disuadir las acciones que atentaban contra mi vida o más bien contra la vida con la que cargaba en los brazos y que era menos mía de lo que cualquiera se podría llegar a imaginar. No tengo vocación para la melancolía, no me resulta eso de llorar, asi que no me quedo otro remedio que quedarme en la cama hasta que se me quitase esa sensación de extrañesa corporéa que me aquejaba, y pasaron los días, los meses, los años...


-Querida cortá el melodrama, sólo fueron un par de días que permaneciste en la cama.


- No, fueron años, juro que fueron años. Recuerdo perfectamente como las estaciones danzaban en mi ventana y como las hojas del calendario se iban cayendo a medida que pasaba el tiempo. Fueron años tratando en inersia total que se me quitase el dolor de no ser yo en un cuerpo que no es el mío, en una vida que no me pertenece. Ensayé varias soluciones a medida que transcurrían los años. Primero me inducía el sueño con pildoras, creyendo que al despertar regresaría a mí. Pero no funcionó. Luego aguantaba la respiración con la esperanza de que al cabo de unos segundos sin aire regresase a mí para intentar salvarme, sin embargo me moría y yo no llegaba al rescate. Evidentemente no resultó. Mi otro intento fué ir juntando en mi cabeza recuerdos que me hacían sentir yo, sin embargo no encontré acontecimiento alguno que me brindara tal sensación, por eso desistí. Luego de un par de años con intentos fallidos en la recuperación de mi vida me di por vencida y aquí estoy, jugando a vivir una vida que no me pertenece en un cuerpo que no es el mío con un yo que no es mi yo.